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Sobre migraciones y colonos: Profesor en Groenlandia / No se aceptan perros ni italianos

Dos películas con cierto parecido en temática han ocupado mi tiempo hace poco en el fantástico catálogo de Filmin. Primero, Profesor en Groenlandia, una especie de casi documental sobre la situación social de la isla más grande del mundo y su relación con Dinamarca, potencia colonial de esta. Después, “No se aceptan perros ni italianos”, una preciosa fabula personal y familiar sobre los migrantes italianos de los Alpes que iban a Francia huyendo de muchas penosidades y de la opresión. Por un lado, un colono, por el otro, un grupo fácilmente calificable de refugiados.

La superioridad del colono: Profesor en Groenlandia

Profesor en Groenlandia empieza de forma potente, un joven que quiere escapar de las obligaciones familiares y de verse atrapado en una tradición de la que no quiere formar parte, se apunta a las ofertas de trabajo más alejadas posibles de su propio país, Dinamarca. Se apunta como profesor para la gigantesca isla de Groenlandia, la conversación con la funcionaria encargada de gestionar estos puestos no puede resultar más dura: superioridad y paternalismo en un par de frases que dan de lleno en la diana del buen colonizador.

profesor en groenlandia el colono que abandona su mentalidad de superioridad de la que no es consciente gracias a la empatía

La mentalidad de superioridad aparece claramente en Un Profesor en Groenlandia, que parece no ir con el protagonista, pero acaba viajando con él sin que se dé cuenta. Sus primeros pasos en el pequeño pueblo al que decide ir no pueden ser más torpes y poco a poco, a medida que las cosas no salen tal y como se lo espera, afloran esos pensamientos intrusivos del buen colono. Esta gente no sabe lo que hace, se organizan mal, les faltan cosas porque no trabajan por ellas, no les entiendo.

Afortunadamente, Anders Hvidegaard, el profesor, supera en cierto punto todos los prejuicios y a partir de allí todo cambia. Por su parte No se aceptan perros ni italianos ya habla de esta superioridad desde su propio título, que proviene de una de las escenas más divertidas, tiernas y aterradores de la película.

No se admiten perros ni itialianos

No se aceptan perros ni italianos, por su parte es una película en Stop Motion en la que su director explica la vida de sus abuelos y su padre desde la pobre Italia alpina a la Francia en la que él mismo nació. Al igual que la propuesta danesa, la película se siente a medio camino entre el relato de ficción y el documental. La experiencia, o en este caso, el relato de esta, son protagonistas de una narración que muestra lo más duro de la forma más ligera, pero honesta posible.

No se admiten perros ni italianos fabula familiar sobre las migraciones y la empatia

La empatía, patrimonio de la humanidad.

Ambos relatos demuestran que la empatía es el mayor tesoro que tiene la humanidad y es algo especialmente notable en la segunda, que se centra en las penurias vividas por estos migrantes italianos que iban y venían, que sufrieron las guerras en África por un territorio que ni conocían y, finalmente, que huyeron del fascismo. El pueblo, los compañeros de trabajo, los amigos, la familia, todo forma unos grupos, ya fluidos en aquella época que a pesar de todo consiguen soportar en comunidad cualquier situación.

La empatía hace que los italianos se ayuden entre ellos y encuentren sus espacios en el extranjero, la empatía consigue que Anders entienda porqué la cultura groenlandesa lleva a dejar a los niños con los abuelos. La sociedad avanza y mejora para todos sus individuos cuando estos se comunican entre ellos y frenan el odio. Parece un gesto sencillo, pero en ambas películas vemos las dificultades que puede conllevar.

De esta manera, con resultados y objetivos distintos, los dos filmes exponen a su manera como la empatía nos salva como sociedad, aunque sea en pequeños grupos. De esta manera salvamos las distancias, nos acercamos y podemos aprender los unos de los otros. La verdad es que son dos muy buenas películas para entendernos todos y para intentar sacarse los prejuicios de la cabeza. Profesor en Groenlandia lo hace desde una visión casi documental, de hecho los actores son los personajes reales de la historia, en un formato híbrido muy interesante. Por su parte, No se admiten perros ni italianos usa el humor y la animación rompiendo constantemente la cuarta pared para relatar de forma muy romántica una historia familiar.

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