Antes que nada aclarar que esta es la visión de alguien que no conoce nada de los cómics de Thunderbolts*, mi acercamiento a Marvel siempre ha venido de series de animación, películas y videojuegos y estoy contento así, prometo ponerme con los cómics, pero cada vez que lo intento me abruma lo vasto y variado que es este género dentro de la misma editorial. Una vez aclarado esto solo puedo decir que esta es de mis favoritas de Marvel, junto a Guardianes de la Galaxia y Soldado de Invierno y un peldaño por debajo de las maravillas animadas que son las del Spiderverso. Thunderbolts* es probablemente la película más humana de todo el UCM hasta ahora, y sí, aquí incluyo la obsesión de la saga Iron Man con el transhumanismo.
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Auténticos antihéroes
Uno de los subgéneros que nos ha traído el cine de acción y la temática de superhéroes, es el de los antihéroes. Personajes que no destacan por ser seres de luz, sino por ser humanos, muchas veces con defectos muy marcados, sobre todo suelen tratar con el egoísmo. Estos se ven envueltos en una serie de acontecimientos que escapan de su control y que solo puede afrontar mejorando como personas y actuando como salvadores, una variación del camino del héroe que inicia su andadura desde un lugar más personal y oscuro y que lo empuja constantemente en contra de su propio criterio.
El posmodernismo nos ha regalado muchos ejemplos de estos protagonistas defectuosos que nunca llegan a ser el modelo a seguir. La tendencia autorreferencial y consciente de la narrativa actual unida a cierta explotación del espíritu cínico han impulsado la aparición de más y más de estos personajes, siendo ya íconos hasta de Marvel con éxitos como Deadpool y Guardianes de la Galaxia, incluso Lobezno tiene bastante de este antihéroe que suele estar más preocupado por su propia venganza que por salvar a sus congéneres.
Lo interesante de Thunderbolts* en este sentido, es que ninguno de ellos crece en su poder, ninguno se convierte a medio filme en un referente perfecto. Todos ellos siguen siendo, incluso al final cuando completan sus respectivos viajes, personas rotas, que todavía se enfrentan a sus traumas, a sombras de su pasado que los devoran. El mensaje en esta ocasión es mucho más fuerte, porque no es en soledad, no es en ese individualismo tan propio de la ideología estadounidense como se enfrentan de verdad a su vacío y lo superan. Es en conjunto, son un grupo, son un nuevo equipo de superhéroes cuyo valor está en su unión, en superar no solo sus obstáculos personales, sino aquellos que los separan entre sí.

Durante los créditos vemos como a pesar de todo, el grupo no consigue la aceptación social que tuvieron otros predecesores como los vengadores. Aquí se les pone en duda constantemente y su pasado siempre les perseguirá a la hora de hablar de ellos como superhéroes. El mundo post-chasquido es como el mundo post-11S en el que ya no confiamos tanto en lo institucional, en el que los enemigos están escondidos entre nosotros y no bajo ejércitos y banderas extranjeros y en el que el cinismo nos llena. Es más, el mundo postpandemia ha acelerado estos procesos y es algo que se ve en los guiños que hace Thunderbolts* a la sociedad cuando esta aparece.
El vacío, la sombra del trauma, el dolor, el mayor enemigo de la humanidad
Otro acierto de esta película reside en su elección del villano, que no es tal, ni siquiera la antagonista, Valentina, es una simple villana, una visión del mal. Los que acaban en el lado oscuro (sí, suena a Star Wars), simplemente se dejan controlar por sus instintos más negativos ya sea de forma consciente como ella y su egocentrismo o por ser incapaz de enfrentarse a sus fantasmas como ocurre con Bob. La representación de todo ello la tenemos desde el principio, desde que vemos a una Yelena alicaida que se deja caer al vacío, aunque sea controlado y que lucha con desgana hacia unas sombras cada vez mayores, la película no es nada sutil en su fantástico prólogo, es más, hace del descaro su marca visual, su estilo, su personalidad.
La vibrante ciudad de Kuala Lumpur no es más que otro decorado que no ofrece nada de interés a nuestros protagonistas, otro escenario más en el que actuar desde la oscuridad, dejando que la penumbra esconda sus actos que a estas alturas ni siquiera les importan. Ni las muertes de inocentes despiertan el interés de unos personajes que simplemente cumplen con sus obligaciones para sobrevivir en un mundo agresivamente indiferente a su presencia.
Esta indiferencia, este individualismo es que lo que amplifica el vacío que se abre bajo los pies de todos los personajes de este filme. Mientras cada uno actúa por su cuenta, todo lo que les sucede les empuja al filo de su dolor. La soledad no deseada, la peor de las soledades, la pandemia del Siglo XXI, se combate solo por necesidad y todo ello solo lleva a una explosión de oscuridad.
Esto que el propio Bob afirma como un subidón y luego un bajón, es visible en la escena en la que se desata todo su poder, de forma literal. El descontrol de uno y otro es lo que pone en peligro a la gente y su repetición solo augura el peor de los males. Es fantástico que la película en un momento dado haga visible esa oscuridad de la forma más clara posible, transformando a las victimas en sombras, dejando de existir para sumarse al vacío creciente que atrapa hasta la propia luz cual agujero negro. Y es aún más acertado cuando se atreven, por una vez, a filmar a un menor siendo victima de estos ataques, sin opción a ser rescatado.

Una reflexión sobre la taquilla
Antes de concluir esta reseña quería hacer una reflexión sobre la taquilla que no ha resultado exitosa para uno de los proyectos más importantes del UCM reciente. Estos últimos tiempos estamos viendo como nuevos filmes algo más arriesgados, como Mickey 17, que apuestan por guiones muy bien escritos e ideas muy trabajadas. Todas ellas están cayendo frente al rodillo de los remakes y adaptaciones, y aunque ambas son adaptaciones, se trata de una novela en el caso de la película de ciencia ficción y de personajes poco conocidos de Marvel en el de esta que nos ocupa.

Es una serpiente que se muerde la cola, ya que los propios equipos de marketing ponen todos sus esfuerzos en publicitar aquellos productos que saben que van a funcionar mejor por pura nostalgia. La taquilla está siendo engullida por un gran vacío de la creatividad, por una inversión interesada que cada vez más va a una deriva de lo seguro, del producto. Ahora mismo estos proyectos viven su subidón, pero la nada que están dejando en los espectadores probablemente les lleva a un nuevo cataclismo, la enésima crisis de un sector cultural que habrá que sortear.
El falso maternalismo de Disney, perdón, de Valentina, empuja a Bob aún más a que la depresión le controle, pocas esperanzas tengo en que los directivos de las grandes productoras no acaben haciendo lo mismo creyendo que van a conseguir más que nadie.
Thunderbolts*, el asterisco en el UCM
Por su atrevimiento a ahondar en ciertos temas, al mismo tiempo que por ofrecer algunas de las escenas más genuinamente graciosas de Marvel, Thunderbolts* pasará a la historia del UCM. Pasará como un fracaso que probablemente provocará otra docena de re-escrituras de sus sucesoras. Poniendo en peligro otra vez la calidad de obras que ya estaban realizadas. Es una pena que no podamos darnos el gustazo de ver a antihéroes tan bien escritos, que arriesgarse a poner en pantalla a villanos que representan las enfermedades mentales que tanto nos preocupan no tenga una buena respuesta. Duele que el mensaje de unión como algo necesario para la supervivencia y para superar obstáculos presentes y pasados no tenga el éxito que tienen en comparación con la unión entendida como un equipo de estrellas deportivas con poderes.
Estamos ante una de las obras más profundas y oscuras de superhéroes que se hayan realizado, mucho más que las fantasías de poder de Nolan escondidas en una pátina de supuesta madurez. Disfrutemos porque parece que no vamos a ver mucho más de esto. Aunque no ganen un solo partido, celebremos a los Thunderbolts*.
