Mi décima serie de 2025 fue The White Lotus, las tres temporadas. Tengo opiniones contrariadas sobre esta obra capaz de dar lo mejor y de convertir sus aciertos dramáticos en una característica precocinada lista para aumentar la franquicia. Viajemos un poco por Hawaii, Italia y Tailandia para acompañar, una vez más, a la alta suciedad.
Índice
Retratos decadentes
Lo más destacable de The White Lotus es su capacidad por hacer retratos de ciertos arquetipos sociales de las clases altas. Dicho de otra manera, a la serie se le da bien mostrar como son los pijos. Algunos obsesos por el control, otros por la búsqueda de un placer que parece alejarse a medida que se acostumbran a que forme parte de sus vidas, también están los que creen estar por encima de todo, especialmente de los trabajadores.
La apuesta coral de la serie es clara, pretende ser un caleidoscopio de la decadencia moral de los ricos y lo hace en un lugar donde solo comparten espacio con los que no lo son porque les sirven: un hotel de lujo. En este espacio todos los personajes parecen menos cohibidos a mostrarse tal y como son. En este espacio muchos de ellos pierden su interés, al ser tan claras sus necesidades y deseos que los vacía del misterio.

Es por ello que The White Lotus es una serie de retratos decadentes, tan decadentes cuando muestran estos especímenes como en la forma en la que lo hace, ya que en muchos de los que parece querer ahondarse más, no tienen nada que ofrecer. De hecho, a menudo la serie introduce agentes externos para tratar de aportar algo a alguno de ellos, como la presencia de la madre de un joven casado extremadamente malcriado, los hawaianos que animan a un joven introvertido que sufre el acoso de su hermana, etc.
Muchos personajes están tan bien calados desde su presentación que sus arcos desaparecen, no se aprende nada, no cambia nada. Y en parte esto no es malo, es de lo que trata gran parte de esta obra, el mostrar que en estos entornos no hay justicia posible, no hay moralinas. Es más, el giro que siempre se reserva lo reafima.
Las muertes de las que no aprender
Y es que en cada temporada, pese a cambiar de lugar y de personajes (con alguna reaparición), la serie empieza poniendo sobre la mesa la presencia de un cadáver, de varios o incluso de lo que casi parece un ataque terrorista. Es un buen recurso con el que tratar de mantener el interés del espectador que estará toda la temporada preguntándose quién o quiénes son las víctimas.
En realidad esto no es importante y si bien en la primera temporada sirve para un giro de guión tan interesante como poco desarrollado en sus consecuencias, quizás sea esa falta de consecuencias la que da más peso a ese valor amoral de la muerte. No hay nada que aprender, porque los ricos no necesitan aprender nada, no hay méritos, no son necesarios, la vida siempre sigue, excepto para los desafortunados que caen.
La serie es muy cínica en este aspecto, al tratar la violencia extrema o la muerte, solo como un anzuelo con el que mantener el interés por el resto de las historias. De esta forma genera una tensión que crece a medida que todas las tramas van llegando a sus puntos de ebullición. Pero se acaban sintiendo como un anzuelo para captar al espectador nada más empezar el nuevo viaje.
The White Lotus es más cínica de lo que aparenta
A pesar de jugar con esta estampa de las clases altas, la serie es mucho más cínica que eso, jugando también con las esperanzas y los objetivos de los trabajadores que tienen que lidiar con unos clientes faltos de cualquier empatía. Todos sus dramas se centran en sí mismos, algo que acaban replicando los miembros del entorno que orbitan en base a sus caprichos, porque son incapaces de identificar sus necesidades. Cuando estos otros caen de lleno en la trampa de ampliar al máximo sus ambiciones es cuando se les divide. Las consecuencias son variadas y algunas de ellas tan injustas como previsibles.
Son todo títeres en manos de unos guionistas bastante crueles. Quizás en ello resida parte del encanto de la serie, en el gozo por la miseria de otros, tanto de los que viven por encima de las posibilidades de la humanidad, como de los que tratan de alcanzarlos en nivel de vida.
Aunque se tiña de comedia, que tiene algún punto, la obra se deja llevar siempre por su lado más oscuro presentando una serie de dramas que recorren todos los males de la actualidad: depresión, soledad indeseada, síndrome del impostor, falsa meritocracia, falta de empatía, egocentrismo, etc. Por todo esto es normal que se sienta tan cínica, más de lo que uno es capaz de analizar.
Más no siempre es mejor
Y aquí es cuando quiero hablar de la evolución de las temporadas. Ya he apuntado que la serie, temiendo de alguna manera que pueda generar menos interés una sola muerte misteriosa, ha ido aumentando el contador de cadáveres en cada nueva etapa. También ha apostado por escapar cada vez más del espacio concreto del resort, descubriendo otros lugares que no forman parte del hotel de lujo.
Esta ampliación es interesante, pero no genera mayor interés en lo sucedido y hace que se pierda el encanto de ser capaz de contar historias de calado encerradas en un solo lugar (que no espacio). En la última temporada en Tailandia hay capítulos que parecen ocurrir solo fuera del complejo turístico. La apuesta va mucho más allá y amplia las fronteras temporales y espaciales de las historias de los protagonistas que en uno de los casos, el que desencadena la gran tragedia, se remonta a varias décadas.
Mis sensaciones a medida que han avanzado es que todo esto empequeñece las historias que siguen sucediendo en el interior, haciendo que los pequeños dramas engrandecidos por la constante cohabitación parezcan minúsculos. Además, supongo que para facilitar mejor la comprensión de todas las historias (con grupos mayores en cada rama) se ha tendido hacia los diálogos expositivos, al punto de llegar a esta manía tan actual de tener a los personajes explicando claramente todo lo que sienten y hacen. Es una pena, porque en la primera temporada lo más destacable de todo era la capacidad por ahondar en la oscuridad de las relaciones y de lo mental sin describirlo a través de un diálogo.

Como comedia satírica, puede que no enganche a muchos, porque el drama siempre le pesa mucho más. Pero The White Lotus es una serie interesante que retrata de alguna manera lo peor de nosotros. Aunque en su autosatisfecho cinismo, no se atreve a criticar el sistema que da lugar a todas estas desventuras, no en vano, vive de ello.