La mayor sorpresa de lo que llevamos de año en Filmin ha sido Kneecap, película irlandesa que tuvo un estreno muy limitado en cines en septiembre. Es de agradecer que en esta segunda oportunidad que dan hoy en día las plataformas, este filme haya conseguido el reconocimiento que se merece por parte del público. Y es que se trata de una de esas películas llenas de estilo y con mucha energía que suelen gustar y que, a menudo, se convierten en blockbusters y obras de culto.
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Irlanda del Norte con un referente en el Norte de la Gran Bretaña
A nadie le va a pasar por alto que el mayor referente de esta película, ya desde sus inicios con una persecución a pie muy divertida, es Trainspotting, la obra que sorprendió a todo el mundo con su peculiar y muy estilizada forma de transportar al espectador a los bajos fondos de Edimburgo. Nada más cruzar el mar de Irlanda por el norte pasamos de los drogadictos de la deprimida Escocia de los 90 a la historia de un grupo de hip hop irlandés que en 2017 empezó su actividad.
Música electrónica, movimientos de cámara imposibles, un montaje raudo que se acelera a la locura en momentos clave y mucho uso de drogas con sus alucinantes efectos son lo que hermana la aclamada cinta de Danny Boyle. Sin embargo los bajos fondos de Belfast no se quedan nada cortos y son capaces de aportar mucho, muchísimo a la cinta en la que nos encontraremos abusos policiales, terroristas venidos a menos y una fantástica decadencia que sirven como trampolín para algo mucho más importante: la protección de la lengua y la cultura.

Se agradece que volvamos a ver propuestas de este tipo más allá de algunas series puntuales que apostaron por el barroquismo digital que son lo poco que mantenía este estilo tan marcado y diferenciado que da mucho ritmo a cualquier narrativa. Se echaba de menos un buen Trainspotting y desde la otra isla un alumno ha estado a la altura del maestro.
La rebeldía de tu propia cultura
Lo más destacable de Kneecap es su compromiso con su mensaje anti-colonialismo. Puede sonar exagerado, pero la presencia de las autoridades británicas en Irlanda es el origen de la pérdida de muchas de sus raíces culturales y la casi desaparición absoluta de su lengua. El grupo, que está detrás de la película contando su propia historia, deja bien claro en todo momento como el poder de Reino Unido oprime a través de todos sus recursos y de forma constante al irlandés.
Cuando algo así sucede, algo que es propio, que encajaría incluso más con aspectos de grupos conservadores como son las tradiciones, pasa a ser un símbolo de rebeldía. Y aquí se hace desde los márgenes más absolutos con lo que se suele definir erróneamente como deshecho social. Desde un lugar en el que las alternativas son pocas, las salidas menos y aspectos como la droga se convierten en una escapada cotidiana sin las grandes y dramáticas repercusiones que suelen ponerse en narraciones de este tipo.
Los márgenes son en estos casos la última plataforma que le queda a esta lengua para sobrevivir y no caer en el olvido más absoluto. Porque los que son alienados y expulsados de la sociedad encuentran lugares comunes en las subculturas urbanas como en la apreciación de lo que siempre ha sido suyo. Y es algo que estamos viviendo en España con el resurgir de ciertas figuras en el Norte como las pandereteiras, recuperando con rebeldía lo que se había menospreciado desde una visión errática, clasista y ciega de lo que significa la cultura.
Kneecap, mucho más que letras atrevidas
Kneecap demuestra ser más que sus letras no aptas para todas las edades, es un grito de guerra. Una guerra por recuperar un espacio y por demostrar que la conservación no puede ni debe hacerse únicamente desde la visión monolítica y sesgada que empuja su lengua a su extinción. El mensaje es que todas las visiones y usos son válidos, porque todas forman parte de la misma sociedad y es así como se hace al lenguaje partícipe en todos los estamentos y situaciones. Es así como se consigue que llegue a un público mayor que pueda interesarse y participar en su uso, que es la única forma real en la que mantenerla con vida.
Por eso la posición de la banda es contraria no solo a los brits, también a los que no entienden que una imposición en dirección contraria de forma institucional o violenta tampoco llega a ninguna parte. Es una posición que les enfrenta a todas las estructuras de poder, tanto del estatal como de otros que se autodenominan rebeldes, pero usan exactamente los mismos métodos de coacción. Grupos prototerroristas nacionalistas, un padre obsesionado que formó parte del IRA, instituciones por la promoción de la lengua que pretenden censurar aquello que no es puro. Todo se junta contra un grupo de personas que solo quiere hacer su puta música.

Por eso hay mucho más que letras atrevidas, hay libertad, de la más importante, de elección, sin trabas, contra la censura impuesta por cualquiera de las partes que con buenas intenciones la destruye. Y por eso también hay algo casi ritual en el uso de las drogas previas a los conciertos durante la película. Es una celebración de lo social y cultural, desde un punto de vista con una ética manchada por tanto autoritarismo. Y es que la cultura siempre nace de abajo, del pueblo y la fiesta es una parte esencial de la misma.
¿Qué es Kneecap?
Por todo ello Kneecap es más que hip hop, es la fiesta actual y ritual de un pueblo sometido, es un grito desesperado, pero orgulloso y rabioso contra la censura y el yugo, es la libertad más absoluta con todas sus consecuencias alzándose como faro para guiar a los cercanos a un espacio de espontaneidad y emancipación. Es la rebeldía abriéndose camino y retorciendo el sistema para abrir un hueco en el que colarse. Y por ello el carácter de la película se imprime de forma tan insubordinada, casi anárquica, sin dejar de lado las convenciones que no frenan su irreprimible creatividad, sino que la ubican en ese hueco abierto en el que colarse y convertirse en un éxito que haga, aunque parezca poco, un poco de ruido en esta sociedad.