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Flow: sobreviviremos juntos en la diversidad

Ya tengo película favorita del año, aunque técnicamente sea del 2024 (un día pienso dedicar una carta abierta a las ineptas distribuidoras de cine en España), Flow. Una aventura animada que es capaz de darnos lo mejor del cine de la forma más pura posible, huyendo de los diálogos y mostrando en pantalla animales no antropomorfizados que, además (y esto es muy loco) se comportan generalmente como tal. No es una película, ni siquiera una experiencia, es un milagro y aquí vamos a alabarlo como se merece.

El hogar

Empecemos desde el principio, desde el momento en el que nuestro no tan peculiar héroe, un gato negro, sale del hogar en busca de comida y de un paseo como cada día. Como debe ser habitual se aleja de un grupo de perros torpes y vuelve a su hogar, pero esta vez, antes de volver la huida no es de unos perros, huye de algo más inesperado y sorprendente, el agua.

Una gran ola recorre el bosque llevándose a muchos animales por delante y una vez que el gato consigue volver a su hogar, se cree que todo ha terminado, a pesar de que un perro amistoso que no puede acceder le irá recordando que la situación no es, en ningún sentido normal. Y aquí viene l gran trauma, la clásica quema del pueblo por parte del invasor o del imperio que de forma menos cruenta, pero igual de violenta le expulsa del hogar.

Una masa de agua que no deja de crecer lo anega todo, siendo a partir de aquí el punto de inflexión en el que tras una última huida el gato ya no puede seguir siendo solitario e individual. Es especialmente icónico que su último refugio sea una estatua de enormes dimensiones del propio gato que su amo debió realizar antes de desaparecer la humanidad. Todo lo que supone ser un individuo que se cree independiente desaparece en un momento sumergido bajo esas oscuras aguas.

flow la muerte del individualismo

La pequeña arca de Noé

Y aquí es cuando aparece la sorpresa, si anteriormente ya vimos a los perros unirse en una pequeña embarcación que navegaba por si sola, el gato se encuentra con un pequeño barco de vela con otro ocupante, un capibara. De la colaboración que irá surgiendo de forma natural entre ambos, junto a los ocupantes que se irán uniendo de diferentes maneras a la barca, surge una relación de interdependencia, colaboración y convivencia.

Durante el trayecto al único punto de referencia que parece estar siempre libre de la constante inundación de su mundo el resto de animales se cruza con otros de su especie que van en grupo. Con diferentes consecuencias en cada uno de ellos, pero volviendo en la mayoría de casos a unirse de nuevo en su peculiar y diminuta arca de Noé.

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El mensaje a medida que avanza y se ven las consecuencias de los viajes de todo parece claro, en la diversidad, en la empatía entre distintos, en una colaboración más allá de la identidad que los separa en grupos es donde está la salvación, donde se puede avanzar más y más seguro hacía el objetivo de salvar este mundo. Son los animales más conscientes de que algo hay en el destino que puede cambiar el funesto destino de la Tierra.

Flow, cuando el lenguaje audiovisual fluye

Pero hablemos también de Flow en su vertiente cinematográfica, porque aquí hay mucho de lo que hablar. Estamos ante un pequeño milagro que consigue contar muchas cosas, con varios subtextos y con una personalidad arrolladora de los animales presentes (por imposible que parezca) sin ofrecer al espectador un solo diálogo, sin sobre-exponer lo que ya aparece en pantalla y sin cambiar en exceso la naturaleza de los protagonistas.

Estamos ante una película que aprovecha el lenguaje audiovisual en todas sus facetas. La película está llena de planos preciosos que van más allá de su valor pictórico y estético, siendo siempre los justos y necesarios para apoyar la narración, para posicionar al espectador y para facilitar la lectura de los gestos, que son lo más importante de este filme. En una labor que dejaría atónito al mismísimo Robert Bresson, Flow está lleno de pequeños gestos de los animales que son los que definen su carácter y los que hacen avanzar la trama.

Y detrás de tan importante gestualidad hay un trabajo de animación impecable que va desde poses y posiciones muy estudiadas, a una legibilidad perfecta, algo complejo cuando el protagonista a veces es una masa de pelo negro. Los animales se mueven como tal, a la perfección, pero al mismo tiempo actúan, al mismo tiempo ves en la forma en la que se mueven en cada momento la curiosidad, el miedo, el estrés, el cansancio, la confianza. No puedo imaginar lo compleja que ha sido esta tarea para todo el equipo, nadie más en un largometraje ha conseguido algo así. Es más doloroso cuando uno piensa que Disney intentó algo parecido en su nueva versión animada de El Rey León con un presupuesto varias magnitudes superior a esta.

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Otro aspecto interesante es el incesante movimiento de la propia cámara, es una película que usa mucho la cámara al hombro para meternos aún más en su mundo, para involucrarnos como parte de la tripulación. Aporta mucho ritmo y sobre todo, intensidad a la acción que se sucede en múltiples ocasiones. Viendo principalmente lo que ve el gato y poco más. Este acercamiento y este ritmo acompasado con el protagonista aportan muchísima fuerza y dan más valor a las acciones del gato.

La edición va de la mano de todo lo demás, ofreciendo una aventura corta pero intensa. Medida en cada momento para ir a más hacia un clímax muy especial e inesperado.

Sacrificios inevitables

Quizás el subtexto más duro de la película, uno que planea constantemente durante el viaje de los animales y que explota en su final. Ante una situación límite, hay sacrificios inevitables que hay que estar dispuesto a tomar para salvar a todos, incluso aunque las consecuencias puedan afectar a terceros. Y estas consecuencias, también inevitables llevan a otros sacrificios. Es un mensaje que golpea de lleno al protagonista y al espectador, dejando en las últimas imágenes un sabor agridulce.

El grupo lo ha conseguido, este equipo diverso se ha unido en diferentes ocasiones para enfrentarse a la adversidad con éxito, pero a costa de qué. ¿Por qué no es posible tener un equilibrio inmediato para todos? Todo ello lo vemos recuperando la imagen inicial del gato mirándose en el reflejo, sin embargo el fluir de su vida ahora le lleva a estar acompañado. Y todos debemos aprender que es juntos, en la diversidad, como podremos enfrentarnos a cualquier peligro. Dejando atrás el egoísmo, el egocentrismo o la mera subidentificación en pequeños grupos. Ante el mayor de los retos hay que ir juntos, entre todos, solo así fluye la vida en armonía.

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