Estreno sección, esto va a ir dedicado a las películas que voy viendo de estrenos en 2024, como algo separado de “lo que voy viendo” más dedicado a películas no tan recientes. Nos estrenamos (y nunca mejor dicho) con Ferrari, la última película de Michael Mann protagonizada por un Adam Driver en un eterno estado de grazzia (no pienso parar). La película relata uno de los momentos clave del emporio del cavallino rampante en la que se junta un heredero bastardo, una carrera clave y un estado financiero precario. Todo ello daría para una de las películas más emocionantes posibles, pero no es así.
Índice
Dos grandes pilotos: Penélope Cruz y Adam Driver
Para empezar, hablemos de lo más destacable de esta producción, las actuaciones de sus dos personajes más importantes Enzo y Luisa. Las mejores escenas de toda la película se concentran en los momentos en los que comparten, incluso en tiempos distintos, un mismo espacio. Los actores consiguen imprimir una fuerte personalidad que sobrevive a su atormentada relación, el doloroso pasado compartido y una situación incómoda para ambos en lo social y lo laboral.
Adam Driver encaja como un guante para pilotar el papel de Enzo Ferraro, consiguiendo un personaje con el que empatizar pese a sus malas decisiones y a una frialdad más exterior que real. Se sobrepone constantemente a las situaciones más tensas con la cabeza fría, como la de un gran piloto. El problema es que esto se vuelve en parte en su contra en una película que, como contaré tras la siguiente etapa, no consigue dirigir al espectador a un centro dramático claro.

Adam lo hace bien, pero hay alguien que consigue hacerlo magistralmente y, por una vez, queda a la sombra. Y lo más irónico de todo es que Penélope Cruz lo hace con el personaje que estaba a la sombra del otro. Su papel como Luisa es increíble, con una fuerza, una tensión y una capacidad por mostrar al mismo tiempo una mujer con evidentes debilidades a las que se sobrepone constantemente. Sin miedo a spoilers, su escena en un banco con un bolígrafo consigue poner en un instante al espectador y al resto del plantel en más tensión que la famosa escena del lápiz y Joker, un gran ejemplo del brutal trabajo en lo físico de Penélope.

Pena que ambos actores se vean lastrados por problemas de guión, montaje y por actores perdidos.
Una desierta parrilla de salida
Y es que el resto del plantel brilla por la falta absoluta de presencia. Grabiel Leone y Shailene Woodley parecen querer imprimir a sus personajes de una personalidad que el guión no les ofrece. A ratos parecen meros espectadores de los acontecimientos, pese a tener un gran papel en los mismos. Sus presentaciones son bastante buenas, pero no tienen nada más que ofrecer, no se ahonda en ellos quedándose en arquetipos insustanciales que van robando minutos de pantalla para nada.
Un montaje para un paseo
Michael Mann, director de la película, es famoso por una edición impecable en sus películas, consiguiendo mantener al espectador agarrado al asiento por horas, con el espectacular caso de Heat como mayor ejemplo de esto. Mientras que en su obra más reconocida uno pasa más de 170 minutos en tensión continua, en Ferrari uno ve pasar los 130 minutos como un espectador aburrido en la zona menos interesante del circuito. El montaje no despierta interés alguno, algo que sumado a los problemas de guión hace que sea un visionado aburrido.
Esta es una de esas películas que pide a gritos hacer uso de otros tipos de edición que no el cronológico. Ofrecer el previo a la carrera como contrapunto al fantástico prólogo de la película, aprovechando el contraste en todos los aspectos para dar más peso a los dos mundos en los que orbita su protagonista. Esto también daría pie a aprovechar mejor sus personajes completamente desdibujados, poniéndolos en su lugar durante la carrera y viendo que hay mucho en juego.
Al optar por un formato más poliédrico de la narrativa, hubiese ganado mucho, sin apenas cambios. Pudiendo ofrecer una experiencia digna de la historia que se estaba tratando de contar, y sobre todo, mejorando el posicionamiento del espectador respecto a la carrera, con la que apenas puede diferenciar los vehículos y en los que poco le importan sus corredores.
Un guión sin nadie al volante
El mayor problema de Ferrari está en su guión, un guión incapaz de centrarse en lo que le importa, que pierde el tiempo haciendo parar al espectador en boxes para ver tres veces la misma discusión con la amante de Enzo, que con la primera era más que suficiente. Un libreto que hace trampas y acaba por desdibujar una tragedia al ir apuntando hacia la misma, pero en la dirección incorrecta, para acabar olvidándose casi por completo de la misma.
Esta película está sorprendentemente mal escrita, cuenta con unos buenos mimbres, con un motor y una carrocería de primera que atraen a cualquiera, pero lo ha conducido una persona que solo quería darse un pequeño paseo alrededor de su mansión. Nos muestra sus jardines, nos indica que en la casa de invitados hace alguna travesura jiji jaja, pero cuando por error atropella al mayordomo, lo tapa deprisa, escondiendo todo lo que ha llevado a esa situación y mostrando preocupación por unos minutos antes de seguir con el paseo.
Ferrari, un accidente más en Hollywood
El problema de Hollywood no es general, no nos engañemos, no todas sus escuderías lo están pasando mal y han dejado de tener a pilotos con pericia. Esto es algo que está ocurriendo principalmente en grandes producciones que van a lo seguro y que tienen equipos cada vez más grandes, diluyendo cualquier visión autoral. Además de contar con guionistas que trabajan a destajo para sacar cuantas más películas posibles, contribuyendo al crecimiento de historias llenas de personajes tópicos, con estructuras predecibles y muy poca inspiración.
Este es uno de tantos accidentes recientes que esperemos que sirvan para cambiar un poquito esta industria, una vez más. Porque no queremos que la escudería californiana deje de regalarnos algunas producciones que por recursos no se ven en otras partes del mundo. La pasión es importante, para mantener viva una marca nicho y para mantener vivo una industria cultural.