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26 juegos, un año: #17 Creaks – La curiosidad siempre empieza las mayores aventuras

Aunque todavía no he escrito sobre ellos en este blog, quien me conozca de otras redes (seguidme en cielitoazul anda) sabe que soy un enamorado de Amanita Design. Por ello cada año procuro jugar al menos a uno de sus juegos y me di cuenta de que tenía Creaks pendiente. El resquicio que mi backlog abrió se ha convertido en una de las experiencias más pulidas de este fantástico estudio. Si tenéis curiosidad, os cuento un poco sobre el juego a través de algunas grietas.

Amanita Design, grandes creadores de pequeños mundos

Portada panoramica de Creaks de Amanita Design

Como en cualquier juego del estudio checo Amanita Design lo primero que llama la atención es su cuidadísimo apartado artístico, tanto en lo visual como en lo sonoro. Y es que desde la presentación de nuestro protagonista que no consigue concentrarse en sus tareas debido a problemas de mantenimiento del hogar, el equipo muestra su capacidad por presentar situaciones y personajes al jugador sin una sola palabra.

Y es que en Creaks es dónde la construcción de su pequeño mundo es más evidente. Con la clásica premisa del tipo madriguera del conejo, abren un nuevo espacio lleno de posibilidades. Un espacio que vamos conociendo poco a poco, que se va desvelando a través de sus resquebrajadas paredes y que nos termina atrapando.

El formato de mundo de puzles completamente interconectado, una novedad en sus proyectos, lo hace más físico. Es un placer perderse por el pequeño laberinto vertical que propone.

Del point & click a los puzles de plataformas

Otra de las sorpresas de Creaks con respecto a las obras anteriores del estudio es dejar atrás el point & click y probar las posibilidades de un formato de puzles de plataformas.

Captura de Creaks donde se ve al personaje en el borde de una plataforma mirando hacia el vacío.

La verdad es que es todo un acierto, ya que da al jugador unas herramientas distintas que no dependen tanto del contexto. Y es que a pesar de que amamos sus aventuras, muchas de ellas apuestan por una versión simplificada de las más tradicionales, aprovechando para sorprender al propio jugador con las interacciones que puede tener en cada espacio. Aquí, consiguen seguir sorprendiendo de forma constante, pero con nuevas mecánicas que funcionan dentro de las mismas de moverse, arrastrar objetos, subir o bajar plataformas y usar luces para bloquear enemigos.

En realidad eso que he enumerado es solo el principio, la punta del iceberg de un diseño de puzles muy trabajado. No son nunca demasiado complicados, pero sus resoluciones son siempre diferentes, llevando al jugador a un constante “ajá” muy placentero. Retos como los que vemos en las obras de Jensen, con la dificultad justa para no frustrar, pero también con una evolución constante para no aburrir.

Y lo mejor, es que al igual que en los juegos de Jensen, la complejidad creciente llega de forma tan natural que pasa completamente desapercibida. Las ideas que se suman y los retos que aumentan de dificultad lo hacen de una forma casi transparente. Haciendo más física y creíble nuestra presencia en este mundo.

La curiosidad que nos guía

Este viaje por una particular madriguera del conejo avanza por una constante curiosidad del jugador que se ve reflejada en la narrativa del personaje que va viendo como se desarrolla la historia a través de las grietas de las paredes. Una historia sencilla, contada con la maestría de Amanita sin la necesidad de verbalizar nada, que tiene un par de giros divertidos y un final más que satisfactorio.

Una historia sobre las ventajas y los peligros de la curiosidad que hacen que una simple grieta se convierta en una gran aventura. Y es que Amanita demuestra una vez más, que son inconfundibles y que pueden adaptar su arte, curiosidad y su estilo en general a cualquier formato.

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