Bronca es, por fin, una serie en la que se ven los problemas sociales y existenciales de los millennials. Y repito, por fin, ya que ahora que muchos ya llegamos a los 40, existe una representación hecha desde el entendimiento y que no nos echa en cara nada. Una serie que comprende que, independientemente del estamento social conseguido, hay mucho en común para una generación marcada por crisis de todo tipo, y falta de confianza propia y en el entorno. Comprende tan bien todos estos problemas que convierte la frustración e ira acumuladas en una de les mejores comedias de humor cínico y negro que puedas visionar.
Una serie coreana en el corazón de Hollywood
A muchos les llamará la atención de Bronca que se trata de una serie coreana, desde los actores al equipo, hay una mayoría de coreanos o hijos de coreanos. Esto va más allá de aspectos étnicos, existe una marcada intención cultural que ha disparado a nivel global el interés por las creaciones audiovisuales del país. Sin embargo, consciente de este aspecto, sus dos protagonistas, son más americanos que otra cosa. No tardamos en ver que son personajes que no encajan en ninguna comunidad étnica o cultural.
La serie es muy coreana y se nota en su capacidad por incluir cinismo y humor negro en historias cotidianas que se complican de forma tan natural como artificiosa. No es un punto negativo, es solo una forma de exagerar desde situaciones convencionales una espiral de autodestrucción que se lleva por delante a todo el entorno. Es imposible en muchos momentos no recordar otras tantas películas del cine surcoreano como la premiada Parásitos.
Son situaciones tan creíbles en la narración, como increíbles por superar muchas de las expectativas que uno puede tener en lo que parece una comedia y que en realidad es una gran tragedia social. Nada tiene que ver con el realismo mágico, ya que los propios personajes, todos ellos, son conscientes de lo extraño y peculiar de este descenso a los infiernos. Además, es una forma más de añadir una pátina de humor a una narrativa que es lo contrario, pero que no quiere abandonar ese extraño optimismo del lejano oriente.
La bronca más millennial
La rabia contenida de los protagonistas, que se ve nada más empezar en un incidente automovilístico sin colisión que no debería haber tenido importancia, es el motor de la trama. Frustraciones que han marcado una vida y que, tanto desde el pasado, como desde el presente, provocan una explosión en forma de bronca. La ira canaliza y reconfigura sus vidas, impidiéndoles tomar el control de estas y repitiendo los mismos errores.
No son pocos los problemas que más vemos a una generación marcada por tener que aceptar que sus condiciones de vida nunca estarán a la altura de las de sus padres: la frustración, el miedo a perder, una vez más, infravaloración, falta de confianza, síndrome del impostor. Una generación que se ha visto abandonada por las administraciones, culpabilizada por sus padres y que ha vivido también el salto entre la era analógica y la digital.
Una generación cuyas metas se han visto frustradas en numerosas ocasiones y que justifica perfectamente, porque cada nuevo obstáculo es un grado más de ira, rabia y odio. Incapaces por la presión social de soltar toda esa rabia contenida, los protagonistas se ensañan entre ellos hasta llegar a un nivel de destrucción sinsentido.
Cuando el cinismo y la rabia son divertidas
Lo mejor que hace la serie es transformar en humor algo que podría formar parte de una de las historias más dramáticas y duras de la televisión. Una trama que concentra mucho lo más tóxico de las relaciones interpersonales, desde la completa dependencia emocional y económica a la ira contenida por la presión social, al final aunque la trama se base en la clásica espiral de violencia de la venganza.
Lo más atrevido que hace la serie es tomar una estructura de drama violento y convertirlo en una comedia de humor muy negro con reflexiones existenciales. De hecho miento, lo más atrevido es un último capítulo lleno de sarcasmo e ironía en el que los protagonistas, en el límite de su destrucción mutua y propia tienen uno de esos viajes espirituales de alucinación que los lleva a entender la realidad. Todo ello con un toque más humorístico que nunca, contrastando con la dureza de todo lo sucedido.